Transcripción del reportaje sobre Manuel Pérez realizado por Consuelo Font para la revista Tiempo el 29 de septiembre de 1997, que recoge el testimonio de su hermano, Francisco Pérez. La Peña Capitán Garfio no entra a valorar la figura de Manuel Pérez; nos limitamos a informar sobre un personaje controvertido pero de gran importancia en la reciente historia colombiana que además es hijo de Alfamén.


"Mi hermano no es un terrorista, yo creo que está luchando por los pobres"

Francisco Pérez tiene 56 años, es agricultor y alcalde socialista de Alfamén, un pueblo zaragozano de apenas 1300 habitantes. Francisco es el único hermano de Manuel, el mítico comandante Pérez, sacerdote maño que marchó a Colombia, donde desde 1973 dirige el ELN, el grupo guerrillero más temido por el gobierno colombiano. El hermano del cura guerrillero se debate entre la sangrienta imagen que de Manuel ofrece la opinión internacional y el idílico recuerdo que conserva de él como sacerdote entregado a los pobres.

"Manuel tiene 18 meses menos que yo, o sea, 54 años. Mi padre, Marcelino, era agricultor, y mi madre, Herminia, una mujer muy devota que se llevó una alegría cuando Manuel dijo que quería ser sacerdote", rememora Francisco, quien recalca que desde niño su hermano tuvo vocación religiosa. "Era un crío alegre, le gustaba mucho el fútbol y jugaba de delantero centro en el equipo de Alfamén. No se puede decir que fuera listo, pero sí algo empollón, y desde chico tuvo vocación, ayudaba en misa como monaguillo; en cambio yo iba a la iglesia porque me obligaban. Pero no tenía carácter de líder, al contrario, era mucho más modoso que yo. Eso sí, era cabezota, como buen maño. Si se le metía una cosa en la cabeza, no había quien le convenciera de lo contrario".

A los 12 años, Manuel manifestó su deseo de ingresar en un seminario: "Mi madre estaba feliz de tener un hijo cura. Le llevaron a Alcorisa, en Teruel. Recuerdo que cuando venía a casa robaba a mi madre ropa para dársela a los pobres. Ella la echaría en falta, pero no le regañaba".

Posteriormente se trasladó al seminario de Zaragoza. En aquel tiempo, Francisco mantuvo un estrecho contacto con él pues trabajaba allí de electricista: "Que estaba con los pobres ya se vio en aquella época; ahora, mientras estuvo en España no manifestó ideas políticas, aunque le dolía que el clero estuviera de parte de los poderosos. Ayudó a construir la iglesia de Alfamén acarreando ladrillos como el que más. También iba a Francia a trabajar en la vendimia. Allí empezó a hablar con compañeros de trabajo, obreros, jornaleros y también curas de izquierdas y representantes de nuevas teologías de la liberación. Supongo que empezó a concienciarse".

Tras ser ordenado en Roma , con 21 años, por el Papa Pablo VI, le destinaron a una humilde parroquia de la localidad madrileña de Getafe, donde comenzó a mostrar su rebeldía con la jerarquía establecida. "Se enfrentó con el párroco que era de esos curas chapados a la antigua. Lo habitual entonces era cobrar por bodas, bautizos y comuniones, pero Manuel echaba pestes de esa costumbre. Es más, vivía en un piso con un compañero y tenían la costumbre de dejar la puerta abierta con el sueldo encima de la mesa para que lo cogiera quine lo necesitara. Claro, a mitad de mes el sueldo volaba y mi hermano tenía que ir a un cuartel para que los militares le dieran de comer", recuerda Francisco.

Tras tres años en Getafe, Manuel decidió hacerse misionero e ingresó en el seminario hispano-americano de Madrid. En 1968 viajó a la República Dominicana y posteriormente a Colombia, instalándose en un barrio obrero de Bogotá. Fue entonces cuando lo detuvieron en una manifestación y le expulsaron del país: "Le acompañé a Zaragoza para dar cuentas al Arzobispado de lo ocurrido. Casi no le hicieron caso. A la Iglesia no le sentaba nada bien que los curas se metiesen en esos jaleos y le dieron un toque de atención. Él explicó que no se trataba de un tema político, que era una manifestación de obreros para pedir un sueldo digno, que allí la gente se moría de hambre... pero a las autoridades eclesiásticas les sentó fatal al expulsión".

Tras un breve período en Alfamén en el que intentó tramitar su regreso a Colombia, volvió a aquel país de forma clandestina. Desde entonces su familia no volvió a tener noticias suyas, hasta que un día, en 1973, apareció una foto suya en la prensa como líder del temible grupo guerrillero colombiano ELN. Ni allegados ni vecinos daban crédito. Según su hermano, "pensamos que era una confusión. Yo no concebía, tal como era mi hermano, tan religioso, que anduviera matando con una metralleta , como decían las noticias. Mi madre no entendía que era eso de la guerrilla. Hasta que un compañero de Manuel le trajo un libro de un cura guerrillero que se llamaba Camilo Torres donde explicaba que en Colombia el pueblo pasaba hambre y que había que organizarse para liberarles y que pudieran comer. A mi madre no se le pasaba por la cabeza que su hijo el cura, del que estaba tan orgullosa, pudiera estar haciendo nada malo".

Los momentos más angustiosos fueron cuando se publicó que le habían matado. "Mi madre sufrió horrores pues no hubo forma de averiguar si estaba vivo o muerto. Estoy convencido de que el cáncer de hígado del que murió se lo provocó la pena. Mi padre murió después de lo mismo", asegura Francisco.

Desgraciadamente la carta que envió Manuel diciendo que estaba vivo llegó tarde: "Decía que no hiciéramos caso de las noticias y que no hacía nada descabellado, que estaba como siempre, trabajando para los pobres, pero que de él se publicaban atrocidades porque los que tenían acceso a la prensa eran del gobierno".

Francisco le contestó para informarle de que sus padres habían muerto. Años después llegó una carta de Manuel donde decía lo mucho que sintió no estar junto a sus padres en sus últimos momentos y aseguraba que les tenía presentes en sus oraciones. Francisco no volvió a tener noticias suyas hasta que en 1991 unos individuos se presentaron en Alfamén: "Dijeron que eran periodistas y me preguntaron si me gustaría ver a mi hermano. Yo dije que sí pero que si podía comprometerle, prefería que no".

La Semana Santa de ese año, Francisco partía en avión rumbo a Bogotá. Tras varios días de durísimo periplo en mulo por la selva, llegaron por fin a un punto secreto donde el líder del ELN y su gente estaban acampados. Era un enclave con exuberante vegetación, donde se habían instalado varias tiendas de campaña: "Cuando bajé del mulo, mi hermano me estaba esperando. ¡Qué abrazo nos dimos! Llorabamos los dos y él me decía: "Hermano, qué alegría verte". Yo a Manuel no le preguntaba, sólo quería saber lo que él me contaba. Sobre todo si los suyos le querían y el tipo de trabajo que hacían. A su vez, la obsesión de Manuel era que viera su realidad como era y no me creyera las atrocidades que contaban los periódicos. Desde luego, en los días que estuve vi que no eran asesinos sino personas agradables y que existía entre ellos gran compañerismo. En ningún momento me parecieron violentos ni sanguinarios".

El enclave donde permaneció Francisco no era, por cuestiones de seguridad y seguramente de imagen, el verdadero campamento del ELN. El comandante Pérez y un grupo de guerrilleros se había desplazado para el encuentro. Tampoco reflejaba la actividad real de esta guerrilla. Según relata, "había chicos y chicas, algunas muy majas, de uniforme. Muchos eran matrimonios; mi hermano les había casado en una ceremonia guerrillera en la que se prometen amor y respeto e intercambian sus fusiles. Cuando tienen críos los llevan fuera del campamento. Allí no vi que hiciesen prácticas con armas. Estudiaban mucho -los analfabetos recibían clases de los más cultos-, planificaban estrategias, veían mapas... Ellos tienen conocimiento perfecto de la selva, incluso a oscuras: de noche, para salir a patrullar se embadurnaban el cuerpo de negro para camuflarse. También tenían ratos de diversión, jugaban al fútbol con mi hermano y de noche cantaban con guitarras y hablaban del país y de su realidad política".

La vida en la selva determinaba una alimentación muy precaria combinada con una disciplina férrea: "Madrugaban mucho, a las 7 estaban formados. Acto seguido desayunaban café solo. A las 11.30 servían el almuerzo, que consistía en arroz blanco cocido con un trozo de carne de vaca y café. A mí el arroz cocido me resulta insípido y cogía huevos, no sé de qué ave, para comerlos. Ellos en el campamento tienen huertas y crían vacas porque al supermercado no pueden ir, tienen que autoabastecerse. La cena también consistía en arroz blanco y café".

Posteriormente la tertulia se prolongaba a veces hasta entrada la noche. Era la hora de las confidencias: "Manuel veía bien que yo fuera alcalde. Me aconsejaba: "Aprovecha el cargo en bien de la gente". Decía que le hubiera gustado estar presente en mi elección. Una de sus ilusiones sería regresar al pueblo y ver cómo ha cambiado nuestra tierra con la democracia. También había cosas en las que no estábamos de acuerdo: él criticaba la política del gobierno socialista con Colombia, decía que había hecho acuerdos para llevarse la riqueza. Yo le decía que no era culpa de Felipe (González), que eran negociaciones entre gobiernos y un gobierno debía ser listo para no dejarse engañar por otro. Tampoco le oculté que veía mal lo de los secuestros. Él juraba que jamás el ELN había matado a un retenido y que lo hacían para que se conociera bien la causa por la que luchaban, pero a mí no me convencía, sobre todo por lo que debían sufrir sus familias".

Francisco piensa que Manuel sigue siendo sacerdote, pese a que se sabe que vive con una compañera y tiene una hija: "Siempre tenía junto a él un ejemplar de los Evangelios y estoy seguro de que rezaba en los momentos de retiro que tenía".

Uno de los detalles que más le tranquilizó fue comprobar la adoración que esas gentes profesan a su hermano: "Uno de los suyos me comentó: "Si viera que una bala le iba a matar me pondría por medio, prefiero morir yo; tu hermano es muy necesario para nuestro pueblo". Sin embargo Francisco confiesa que percibió en Manuel cierto cansancio: "Pienso que tiene ganas de de dejar el liderazgo, lleva treinta años y los avances son pocos. Quizá también tema que su gente sucumba a tentaciones sangrientas; él no es partidario de la violencia indiscriminada, cree que si algo se logra sin armas, mejor".

El momento mas duro fue la despedida: "Él me dijo: "No te preocupes, Francisco, si me ocurre algo, haré que te lo comuniquen". Yo sentí una enorme pena pues intuí que no le volvería a ver... Y no he vuelto a tener noticias suyas...". Sin embargo, Francisco no se arrepiente de la aventura, sobre todo porque ahora tiene elementos propios para juzgar a su hermano: "Lo que más me duele es que la prensa no refleje la verdad. Secuestran a un español y en seguida lo señalan a él. Manuel no es un terrorista, el ELN no tiene nada que ver con ETA, por ejemplo. Yo no justifico la violencia, pero la situación en Colombia es tan injusta, que en parte le comprendo. A la conclusión que llegué es que el ELN trata de evitar que exploten a su pueblo. Colombia es rica pero la población se muere de hambre y no hay libertades, es una democracia vigilada por el ejército. Además los paramilitares hacen escabechinas entre la gente indefensa; alguien tiene que defenderla. Si Manuel está pasando calamidades en la selva, pudiendo vivir mejor, será por algo. Yo creo que está luchando por los pobres, como siempre hizo".


La CIA ha puesto precio a su cabeza

Manuel Pérez, apodado "comandante Poliarco" o "comandante Pérez", es desde 1973 líder del ELN y uno delos personajes más buscados por el gobierno de Colombia, un país donde en lo que va de año se han registrado más de 700 secuestros, cuya autoría se reparte entre la guerrilla y los delincuentes comunes. El rostro de Pérez aparece en carteles policiales distribuidos por todo el país y hasta la CIA ha puesto precio a su cabeza.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), de orientación marxista-leninista, fue fundado por un sacerdote, Camilo Torres, detenido en una encerrona del ejército cuando se dirigía a negociar y asesinado en su propia celda.

A su muerte siguió una gran crisis en esta guerrilla. Manuel Pérez la recompuso militarmente, preparando además a sus cuadros con una sólida formación ideológica. Hoy es la organización guerrillera mejor estructurada -controla casi el 40% del territorio colombiano- temida y ferozmente combatida por el Ejército. Sus acciones son particularmente violentas al noreste de Colombia, donde se le apoda "el terror de los petroleros": el "impuesto revolucionario" y los múltiples secuestros -cuyos rescates pueden ascender a un millón de dólares- han engrosado las arcas de esta organización, considerada millonaria y muy numerosa, con alrededor de 14000 hombres acampados en montes, selvas amazónicas o márgenes fluviales de imposible control.